Domingo V del Tiempo Ordinario Ciclo B: “Curó a muchos enfermos y expulsó muchos demonios” (Mc 1,29-39)
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La lectura del libro de Job nos narra la historia del justo que sufre y cae en la desesperación. Jesús en el evangelio, al traer la salud integral al ser humano, presenta el Reino como una bocanada de aire fresco, de esperanza, para todos. Es un modo de cumplir la voluntad de Dios: que todos los hombres se salven.
En el texto del evangelio de hoy encontramos tres escenas en las que Jesús se relaciona con la gente. Las dos primeras son semejantes y tienen cierta vinculación, pues son curaciones que se realizan en la casa y en la puerta de la casa. Se narra, en la primera escena, la curación de la suegra de Pedro, cosa que el evangelista hace con cierto detalle, tanto en el hecho como en la consecuencia del mismo. Así, dicha curación viene por el contacto personal y físico con Jesús “la cogió de la mano y la levantó”. Esta acción tendrá su consecuencia “La fiebre se le pasó y se puso a servirles”. El servicio es un rasgo esencial y característico del discípulo, es el modo de construir el Reino. La suegra de Pedro es modelo de la persona que ha sido salvada y recreada por Jesús, volviéndose servidora de Dios y de los hombres.
La universalidad de la salvación vendrá expresada en la siguiente escena donde, “al ponerse el sol”, le llevan todos los enfermos y endemoniados a la puerta de la casa de Pedro. Los cura, pero ante lo extraordinario de la acción, y para evitar la divulgación del hecho, les impone silencio a los endemoniados, que son los que lo han identificado: “¡Se quién eres, el Santo de Dios!” (Mc 1,24, que leíamos el domingo pasado). Este recurso utilizado por Marcos quiere preservar la auténtica identidad de Jesús y su misión, para que no se le identifique de manera parcial y errónea con un taumaturgo (persona que práctica la magia) milagrero, pues su real identidad será revelada de manera completa en su pasión, muerte y resurrección.
Entre la 2ª y 3ª escena se coloca un versículo que da sentido a lo que Jesús está realizando: “… se levantó, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar” (Mc 1,35). No puede haber misión sin encuentro con el Padre, porque es la única forma de descubrir cuál es su voluntad, para después cumplirla. Jesús es el Mesías enviado por Dios que inaugura el Reino, que hace acciones salvíficas, pero que tendrá que asumir la cruz, el dolor y la muerte. Eso sólo se consigue mediante la cercanía con Dios, en un encuentro sincero y constante con quien le encomienda la misión.
La tercera escena quiere expresar que Pedro y los habitantes de Cafarnaún quiere seguir con las curaciones. Se lo piden a Jesús, pero obtienen una peculiar respuesta:”Vamos a otra parte, a los pueblos vecino…”. Parece una descortesía, una falta de compromiso ante la necesidad de tantos enfermos, “todos te buscan”, pero Jesús quiere resaltar lo descubierto en la oración: “ … para predicar también allí, pues para esto he venido”. De nuevo se nos dice que el Reino es Universal, que la actividad de Jesús y sus palabras, su preocupación por los que sufren y el anuncio de la Buena Noticia del Reino, son los distintivos de quienes nos llamamos discípulos de Jesús.
La salvación de Cristo se dirige a toda la humanidad. Jesús salvador es solidario con todos y comparte con todos el ansia, el sufrimiento y las esperanzas más hondas, “a fin de que Dios sea todo en todos” (1 Cor 15,28).
PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
- Mi vida de oración, ¿es expresión de la fe vivida como confianza en Dios?
- Desde esta cercanía y diálogo con Dios, que es la oración, ¿me siento “curado”, liberado y, como la suegra de Pedro me pongo al servicio de los demás?
- Se fue por Galilea a predicar, ¿salgo yo a la periferia a anunciar la Buena Noticia de liberación a los pobres? ¿Me contento con lo encomendado en mi área pastoral?
REAL PARROQUIA SANTA MARÍA MAGDALENA -SEVILLA-