Domingo XXIII del Tiempo Ordinario Ciclo A:"Habrás ganado a tu hermano"
Mt 18,15-20

 

   La Palabra de Hoy

1ª Lectura:   Ezequiel 33,7-9 

“Te he constituido centinela del pueblo”                               

  Salmo 94
  “Ojalá escuchéis hoy su voz”

2ªLectura:   Romanos 13,8-10

“El amor es la plenitud de la ley”
Evangelio:  Mateo 18,15-20
  “Si te escucha, habrás ganado a tu hermano”

 


 



 


 

 

PALABRA DE VIDA

    El capítulo 18 del evangelio de Mateo contiene diversas enseñanzas acerca de la vida comunitaria. A través de ellas descubrimos una comunidad que tiene que dar respuesta a situaciones difíciles y a conflictos que van apareciendo en su interior. Los pasajes del evangelio que leemos tanto este domingo como el próximo responden a la pregunta de cuál debe ser la actitud de la comunidad cristiana ante los hermanos que tropiezan o se desvían del camino.
    Para comprender el sentido del evangelio de hoy conviene que distingamos en él dos partes. Los primeros versículos (vv.15-17) proponen un itinerario de corrección fraterna, y los siguientes (vv.18-20) recogen tres sentencias de Jesús.
    En los primeros versículos vemos que ante un hermano que se ha separado de la comunidad hay que utilizar todos los recursos para que vuelva. La corrección fraterna se entiende como un proceso de búsqueda realizado con respeto y amor: el pecador es un hermano (dos veces se repite la palabra), y su falta se trata con discreción pero con seriedad. En la mentalidad bíblica el pecado de un individuo repercute en toda la comunidad. Tal vez por eso, en esta búsqueda aparece implicada la comunidad entera: primero a través de uno de sus miembros, después con alguien más que sea testigo de la corrección y, finalmente, con la intervención de todo el grupo.
    Como en toda búsqueda, el trabajo puede culminar en éxito o en fracaso. En el primer caso, “habrás ganado al hermano”. En el segundo hay que considerarlo como “un pagano o un publicano”, expresiones propias de una comunidad cristiana todavía anclada en el judaísmo. El objetivo de la corrección, ciertamente, no es condenar al pecador, sino ganar al hermano.
    Cristo resucitado está en medio de la Iglesia. Esta convicción es esencial para la comunidad de Mateo. La presencia de Jesús en la comunidad, tal como se expresa en la tercera de las sentencias, ilumina el sentido de las otras dos y, juntas, fundamentan la instrucción sobre la corrección fraterna. Los discípulos deben atar o desatar, retener el pecado o personarlo, desde la autoridad de Cristo que está en medio de su pueblo, y, precisamente por eso, su decisión en la tierra es corroborada por Dios en el cielo. De igual modo, cuando los discípulos se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo en nombre de Jesús, el Padre del cielo se lo concede. Si los discípulos actuaran por su cuenta no estaría en su mano atar ni desatar y su oración sería estéril. El pecador no quiere oír y se separa de su comunidad; Dios escucha y permanece unido a su pueblo. La búsqueda del hermano descarriado tiene su fundamento en el amor del Padre, que no quiere que se pierda ni uno solo de sus pequeños.
    No obstante, Mateo propone la centralidad del mandato del amor, y nos recuerda que el desatar y perdonar tienen absoluta prioridad sobre el atar y excluir. La comunidad es siempre comunión en el Señor, y comienza donde dos se reúnen en su nombre. La presencia de Jesús en la comunidad hace que la oración eclesial sea escuchada por el Padre. Por tanto, la misma presencia que confiere ese valor especial a la oración es también la que da a la comunidad el poder de "atar y desatar".
    Con la prudencia y la reserva exigidas por el tema, me atrevo a sugerir la necesidad de profundizar en las posibilidades que este texto ofrece de cara a una deseada renovación y revitalización de las formas con las que acudimos al sacramento del perdón. A la vista, a su vez, del texto, estas posibilidades parten y pasan necesariamente por una recuperación del sentido comunitario, es decir, del sentido de la fraternidad. Si la vivencia de este sentido no falla o no se da, será difícil que el orden existente pueda cambiar. Las ofensas y perjuicios entre hermanos son escándalos que conllevan pérdida de fraternidad. Esta no se recupera si el ofendido o perjudicado no gana al ofensor por la vía del perdón. Perdonar es ganar hermanos. Unirse para perdonar es tarea cristiana, probablemente la más grata al Padre del cielo.
   



      

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO

  • ¿Qué te parece más sobresaliente en el rostro de Jesús que nos propone hoy el evangelio?
  • En la relación con Dios, la oración ocupa un lugar privilegiado. ¿Cómo debería ser nuestra oración a la luz del pasaje que hemos leído?
  • El evangelio habla de corrección fraterna, pero a veces nuestra corrección es más bien “fratricida”. ¿Qué podíamos hacer para mejorar en la corrección mutua?¿Soy consciente de la responsabilidad que tengo en la vida de los que me rodean? ¿Qué me sugiere el evangelio de hoy en este sentido?






























     

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