Domingo XII del Tiempo Ordinario ciclo B: "Quién es éste que hasta el viento y el lago le obedecen" (Mc 4,35-41)
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El mar, impetuoso y bravo causaba miedo a los israelitas, viendo en él un enemigo de Dios. Pero Yavé no tiene rival, su dominio sobre el mar es indiscutible, como se expresa en la primera lectura. El evangelio de Marcos, convencido de que Jesús es Dios, lo presenta hoy calmando la tempestad que arremetía contra la vida y la fe de los discípulos. Si vivimos desde Cristo, como dice Pablo en la 2ª lectura, la confianza en él debe ser plena, capaz de romper con el miedo y la falta de fe.
El discípulo, de cualquier tiempo, no está exento del miedo, de la duda y de la oscuridad, aunque Jesús esté con ellos, como ocurre en el texto. El anuncio y la evangelización tienen ese precio, de ahí la importancia de descubrir la presencia de Jesús en “la barca”. En cada redescubrimiento nos asaltará la sorpresa de haber descubierto una faceta nueva del Maestro: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?” (v.41).
El texto de hoy es secuencia posterior al del domingo pasado, pues una vez anunciado los misterios del Reino, mediante las parábolas de la semilla que crece sola y la del grano de mostaza, decide Jesús poner rumbo a tierra de paganos, por lo que han de cruzar el lago. El anuncio y difusión del Reino, del que hablaban las parábolas, empieza a encontrar obstáculos, representando el mal mediante el fuerte oleaje y la tempestad. Como forma literaria adopta la de un relato de milagro.
Los discípulos, hombres avezados en el mar, sabían perfectamente cómo luchar contra una tempestad así, razón por la que se descubre que la finalidad del relato va más allá del simple fenómeno meteorológico. Marcos utiliza un tema del A.T,, como es el de las tormentas, para simbolizar las grandes amenazas a las que se exponía la comunidad de discípulos en su tarea de difundir el Reinado de Dios. Esto va a servir como acicate a las primeras comunidades cristianas y poder así interpretar las dificultades con que se encontraban en su vida como cristianos y misioneros. Además de esto, Marcos quiere resaltar dos ideas: quién es Jesús y cuáles son las características del discípulo.
En el A.T. son frecuentes las veces que se relata como el poder de Dios se impone sobre la tormenta y el mar, y cómo rescata a su pueblo cuando está en apuros. Ese poder atribuido a Dios, se le aplica a Jesús. El obra como lo hizo Dios, marcando así su condición divina. El sueño, que en la biblia es representación de la lejanía y ausencia, en el relato de hoy es expresión de su soberanía, seguridad y dominio. No lo entienden así los discípulos, por eso lo llaman y le recriminan su actitud: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (v.38).Y todo porque ellos se sienten desamparados.
Jesús calma al mar con su palabra, pero luego reprocha a sus discípulos su falta de fe: “¿Por qué sois tan cobardes?¿Aún no tenéis fe?” (v.40). Para Jesús, el miedo se opone a la fe. Aunque él está con ellos, los discípulos dudan de su presencia salvadora. Este reproche pudiera ser un toque de atención para la comunidad de Marcos: cualquier contradicción u obstáculo podrá vencerse si Jesús está con ellos (en la barca). Seguir a Jesús es estar dispuesto a vivir una existencia llena de contrariedades y adversidades, incluso persecuciones, llegando a estados de miedo que, a veces, son más fuertes que la confianza. Lo importante será fiarse de Jesús, pero para ello es necesario mirarle antes, llamarla, implorarle. Es imprescindible la fe, esa es la característica esencial del discípulo.
El relato termina con la pregunta final de los discípulos: “¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!” (v. 41). A pesar de estar con él, desde hace mucho tiempo, no le conocen. Marcos, que ha anticipado la identidad de Jesús desde el inicio del evangelio como Mesías e Hijo de Dios (Mc 1,1), invita al lector a confrontar su propia fe en Jesús, que como Señor domina las fuerzas hostiles al reino de Dios, y como Resucitado, está presente con su eficacia salvadora en medio de las tensiones y conflictos de la historia. Esta pregunta nos la hacemos también nosotros y, desde nuestras propias tormentas, la debemos responder.
Para la Reflexión y el Diálogo
- En medio de la tempestad se pasa miedo, pero Jesús nos pregunta “¿Todavía no tenéis fe?”. ¿Cómo es mi fe?
- ¿Qué tempestades azotan mi vida en estos momentos? ¿Y a nuestra comunidad eclesial? ¿Cómo reaccionamos ante ella, con miedo, con seguridad y confianza?
- La presencia de Jesús acaba con el miedo ¿Cómo me compromete su presencia a apoyar a quienes se encuentras en situaciones extremas?
REAL PARROQUIA SANTA MARÍA MAGDALENA -SEVILLA-