El Templo Conventual de San Pablo el Real
Historia
La actual iglesia parroquial de Santa María Magdalena fue anteriormente templo conventual de San Pablo el Real, del que se conserva sólo la iglesia, habiendo desaparecido totalmente el resto de las numerosas y notables dependencias conventuales.
El hermoso claustro “estaba hasta la mitad adornado de finísimos azulejos con diversidad de pinturas; de la otra mitad hasta lo alto de las bóvedas está con raro ingenio y vistos a pintura descrita la vida del glorioso apóstol San Pablo… y en lo alto algunas alusiones al Testamento Viejo, así como los Apóstoles, los Doctores de la Iglesia; los de nuestra Orden” (RAMIREZ DE SOLÓRZANO, Historia del Santo y Real Convento de San Pablo de Sevilla, 1625).
Tal fue su grandiosidad arquitectónica que el dominico francés Padre Labat, de viaje por Andalucía, afirmó: «San Pablo más que un convento parece una villa» (LABAT, J. B.: Voyages en Espagne et Italia, vol. I, Paris, Rue Saint Jacques, 1730, p. 365). En el siglo XX se derribó lo que quedaba del claustro, en cuyo solar se amplió el hotel Colón y se prolongó la calle Cristo del Calvario hasta la calle Canalejas.
Como ya se ha señalado, se atribuye la fundación del convento al rey San Fernando. Su primera iglesia debió ser, una vez más, el aprovechamiento de una mezquita almohade. El templo primitivo fue destruido por un incendio en 1350.
La construcción del templo trecentista fue favorecida por el rey Pedro I con cuantiosas limosnas, incluso en su testamento legó al convento quinientas doblas (moneda de oro castellana). El motivo de esta generosidad real pudo ser la curación de una grave enfermedad por intercesión de la Virgen de las Fiebres la que el rey Pedro I era devoto, posiblemente influido por su madre doña María de Portugal.
La leyenda afirma que, estando Pedro I gravemente enfermo, su madre, María de Portugal se encomendó a la Virgen de las Fiebres (una imagen de terracota situada en el claustro conventual) prometiéndole una estatua de su hijo orante realizada en plata; como el rey curó, tanto él como su madre cumplieron la promesa y donaron la mencionada obra para que se colocara a los pies de la Virgen. Desgraciadamente, la victoria de Enrique de Trastámara desaconsejó mantener la efigie en su lugar, desapareciendo sin que a partir de entonces se haya tenido noticias de ella.
Nos dan idea de la importancia del antiguo templo del siglo XIV, las tres capillas exentas -posiblemente sepulcrales- de las familias Medina, Rosales y Gómez de Espinosa que hoy forman la capilla de la hermandad de La Quinta Angustia. Además de otras imágenes, también se conservan la imagen renacentista de San Pablo en el retablo mayor y la del Crucificado, atribuido a Juan Bautista Vázquez “el Viejo”, que se venera en la entrada de la sacristía.
En el siglo XVI se hundió parte de la techumbre y se construyó la capilla mayor. Pero en 1691 se hunde definitivamente el templo salvándose la construcción de dicha capilla.